Transcribo un fragmento del valioso libro del Profesor Arredondo:
Historia universal contemporánea (págs. 231-232) para deleite de todos aquéllos
que aman el libre pensamiento:
d) El Tratado Mac Lane-Ocampo
I. Son polvos de aquellos lodos
La
reacción, la mochería santannista, desde los tiempos que estamos narrando,
hasta nuestros días, como impotente protesta ante las Leyes de Reforma, ha
hecho creer a los incautos, que el Tratado Mac Lane-Ocampo fue una traición
para México, o por lo menos, un Tratado lesivo para el país.
Todo
ésto es falso. En primer lugar, el susodicho Tratado no fue obra ni de Melchor
Ocampo ni de Benito Juárez ni de ningún miembro del Partido Liberal. Fue una
funesta herencia de Santa-Anna que gobierno tras gobierno se fue pasando, como
lumbre ardiendo, sin que ninguno de los gobiernos mexicanos anteriores a Don
Benito se hubiese atrevido a poner un “hasta
aquí” a las ambiciones de los gobernantes yanquis en turno, mismos que
habían utilizado, como pretexto para sus ambiciones, las concesiones
territoriales motivo de dicho convenio.
El
recto presidente de México José Joaquín
de Herrera pretendió cancelar dicho acuerdo en 1850, pero los
estadounidenses se opusieron.
En
cambio, su sucesor, Mariano Arista,
aceptó, como válido, el convenio, y vino a reforzarlo, en 1853, el general Lombardini, de tal manera, que cuando
Santa-Anna regresó en 1854 a realizar la venta de La Mesilla, y todo hace
suponer que también iba a hacerlo con la Baja California, el asunto de
Tehuantepec casi se consideró resuelto por parte de los norteamericanos. Pero
la rápida, imprevista salida, más bien, precipitada fuga del cojo correlón,
dejó a los norteamericanos “con un palmo de narices”.
Y al fin llegamos al período
inmediatamente anterior al Tratado Mac Lane-Ocampo; es el año de 1858. Existen
dos presidentes, el presidente constitucional don Benito Juárez, y el “presidente”
nombrado por la soldadesca, Félix Zuloaga. Un enviado del gobierno
norteamericano, John Forsyth, después
de “semblantear” a los dos presidentes, encontró que, aun cuando don Benito
Juárez era el legítimo, la austeridad y patriotismo de éste, no permitirían
tratados que amenazaran la integridad del país. En cambio, a los primeros
sondeos, encontró una actitud excesivamente ... “amistosa” en el general Félix
Zuloaga y socios conservadores. Entonces les propuso Forsyth, no solamente lo
mismo que ya había aceptado Santa-Anna,
a saber, el libre paso de tropas norteamericanas a través del istmo de Tehuantepec,
sino la compra-venta de la Baja
California a un precio que se determinaría en su oportunidad, a todo lo cual
accedieron los conservadores, poniendo solamente, como única condición, que
el gobierno de Zuloaga fuera reconocido oficialmente por los Estados unidos, lo
cual aceptó Forsyth. Como puede verse fácilmente, no son los liberales de Juárez los que merecen la dura crítica, sino
los conservadores.
Sin embargo, el presidente James Buchanan, para fortuna de México y
de don Benito Juárez, cuyo gobierno hubiera quedado en un aprieto, no reconoció
al gobierno conservador, y tampoco aceptó los acuerdos sobre Tehuantepec y la
Baja California tenidos entre John Forsyth y Félix Zuloaga.
El presidente Buchanan se dio cuenta de
que, no obstante algunos triunfos militares, el porvenir político le pertenecía
a don Benito Juárez. Desde luego, de su parte estaban la legalidad, el orden
constitucional, mismo que no se había alterado porque seguía, con solidez de
granito, el mismo presidente actuando por mandato constitucional, la misma
Constitución, el mismo gabinete y el mismo Congreso de la Unión. En cambio,
todo entre los conservadores, era espurio.
Todos estos antecedentes fueron
inteligentemente utilizados por don Benito, y envió a los Estados Unidos a dos
de sus hombres más capaces, don Miguel
Lerdo de Tejada y don José María Mata. El primero trató de contratar un
empréstito urgentísimo para el paupérrimo gobierno de Juárez, pero no tuvo
éxito: el marrullero Buchanan quería coger contra la pared al gobierno de
Juárez, y nada mejor para su regateo, que el negarle a don Benito lo que más le
urgía, dinero. Por fortuna el indomable Santos Degollado, alcanzaba una serie
sucesiva de victorias en San Luis Potosí, Durango, Támpico y Guadalajara.
Además, los liberales controlaban todos los principales puntos de acceso hacia
los Estados Unidos, tanto en la frontera, como en el Golfo de México. Todo ésto
le hizo entender a Buchanan de qué parte se inclinaría el triunfo, y le puso
como única condición a don José María Mata, el enviado por Juárez para obtener
el reconocimiento de los Estados Unidos, que el ansiado reconocimiento
dependería del informe confidencial que le enviaría el nuevo embajador
extraordinario enviado en lugar de Forsyth; este embajador extraordinario
respondía al nombre de Robert Milligan Mc
Lane o Mac Lane.
A su vez don Benito nombró, para las
pláticas, al culto e inteligente don Melchor Ocampo.
Don Melchor Ocampo excluyó, ante el disgusto de Robert Milligan Mac Lane, todas aquellas
cláusulas que éste quería imponer, y que, según don Melchor Ocampo, resultaban
lesivas para México. Entre estas cláusulas se encontraban las traidoras,
asquerosas cláusulas de Santa-Anna, Ceballos, Lombardini, etc. y las aceptadas,
con sospechoso apresuramiento, en ese mismo año de 1859, por el propio
presidente espurio Félix Zuloaga.
Lo que tuvo qué aceptar Ocampo, fue lo
mismo que ya habían aceptado los presidentes constitucionales de México: el
libre paso de ciudadanos (no
soldados) norteamericanos por el istmo de Tehuantepec, y en general por
cualquier parte del territorio nacional.
¡Lo que son las cosas! Hoy los gobiernos
mexicanos, a través de sus oficinas de turismo, (ya hay hasta una Secretaría)
invitan por todos los medios a los ciudadanos norteamericanos a que visiten
libremente nuestro país, y lo transiten por donde se les dé la gana, incluso el
Istmo de Tehuantepec. Por lo demás, se trata de una magnífica acción de cordialidad,
de buena vecindad y que le deja al país, repartidas entre muy diversos
sectores, cuantiosísimas y honestas ganancias.
O dicho de otra manera: el Tratado “Melchor
Ocampo-Mac Lane”, ha quedado rotundamente anulado y superado por la actual propaganda
a favor del Turismo norteamericano.
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